domingo, 7 de diciembre de 2014

Hay que erradicar la violencia ya!



Los acontecimientos acaecidos en las cercanías del Viente Calderón el pasado domingo, que terminaron como todos sabemos con la muerte de un radical seguidor del Deportivo, no admiten calificativos. Se ha hablado -y se seguirá haciendo- de los violentos, de la necesidad de terminar con estos grupos radicales...Sí, se habla, se dice, pero se hace poco.

Desde hace ya unos años la sociedad está inmersa en una crisis de valores y económica de gran calibre. Por una u otra razón, pero sobre todo por la falta de #EDUCACIÓN, el fútbol se ha convertido en una válvula de escape para cientos de desalmados que cada fin de semana campan a sus anchas por los estadios de fútbol. Se grita, se insulta, se realizan cánticos y comentarios racistas... y no suele pasar nada. A lo sumo, alguna 'multita' que no se suele pagar o la incapacidad para entrar en un estadio de fútbol durante unos meses. Pero los clubes, los auténticos protagonistas, NO se lo toman en serio, no hacen nada. Y lo que es peor, se dedican a potenciar las actividades de estos desalmados. Ejemplos tenemos cientos. Desde los presidentes o entrenadores que reciben placas de los ultras -léase el propio ex del #Deportivo, Augusto César Lendoiro, o el ex técnico del @realmadrid, el inefable Mourinho- hasta los responsables de los clubes que les permiten mantener locales en el interior del estadio donde esconden sus armas de guerra o las facilidades que les ofrecen para conseguir entradas a buen precio, incluso gratis, tanto para los partidos de casa como para sufragar los desplazamientos. Y eso se tiene que acabar. Ahora no pueden venir haciéndose los 'tontos' como que ellos no saben nada. Saben mucho, desde hace tiempo, pero nunca han querido entrar en el fondo de la cuestión. Por los motivos que sean: miedo, temor, amenazas... pero así viene siendo desde hace varias décadas.

Ya es hora de que todo el mundo del fútbol, repito, TODO, se remangue la camisa y disponga las medidas oportunas para que los aficionados leales, deportivos, los que van a pasar un buen rato al fútbol y a ver a su equipo puedan disfrutar de una jornada lúdica y agradable sólos, en compañía de sus hijos pequeños o con los amigos. Es hora de que los dirigentes cojan la sartén por el mango y tomen medidas radicales. Es hora de fulminar a estos indeseables, de echarlos. Cueste lo que cueste.

Y se tiene que hacer de forma organizada. Cada organismo ha de asumir sus responsabilidades, las que le correspondan. Comenzando por los clubes. Ellos saben quiénes son los violentos, dónde se sientan, dónde viven. Lo saben todo. Deben expulsarlos y cerrarles todas las puertas. Hasta ahora se han dedicado a mirar hacia otro lado y a no querer saber nada del asunto. Después, la Liga ha de articular medios y reglamentos que incluso permitan el descenso de un club si se dan acontecimientos similares, tanto dentro como fuera del estadio. Partidos perdidos, resta de puntos, multas económicas... Existe un enorme catálogo de posibilidades que se han de explotar. Seguidamente, el Consejo Superior de Deportes y el Ministerio del Interior deberían legislar leyes que permitieran el ingreso en prisión de esta banda de desalmados. En el fondo yace una falta de educación preocupante que nadie quiere ver. El Gobierno debe preocuparse por llevar a los colegios y escuelas una educación ciudadana de respeto. Y eso se ha perdido. Finalmente, turno para toda la sociedad. Es necesario señalar a los culpables y recriminarles sus actuaciones. La violencia en el deporte -y en el fútbol en particular- es algo que nos debe preocupar a todos. Y ya es hora de terminar con los violentos. Amenazas como las vertidas por algunos radicales esta semana en contra del Deportivo o del @Atleti no se pueden tolerar en una sociedad democrática del siglo XXI.

Sólo si nos concienciamos del daño que estos acontecimientos hacen al fútbol y a nuestro país y todos ponemos algo de nuestra parte podremos ver el fútbol como lo que es, un maravilloso deporte. Los ingleses ya lo lograron después de superar incontables trabas. A veces es bueno copiar lo que otros hacen bien.